Tensa convivencia con la Corte Suprema

29.07.2013 07:58

“Hartos de que ella se crea que la Justicia es ella”, dice una indignada mujer en uno de los spots de De Narváez. Aunque maniquea, esa frase de campaña acaso refleje el impacto que tuvo en diversos sectores de la sociedad la discusión que el kirchnerismo encaró sobre el funcionamiento de la Justicia y la necesidad de reformarla. Una iniciativa que por su densidad y trabajo de fondo estaba por encima del propio Gobierno.

Pese a que del paquete de seis leyes de la llamada “democratización de la Justicia” el Gobierno consiguió aprobar cinco, la sensación en el universo oficial es de fracaso. El rechazo de la Corte Suprema a la elección popular de los integrantes del Consejo de la Magistratura fue contundente y le quitó al entramado su proyecto más sustancial. Como tal lo vivió (y vivó) la oposición, que hizo del fallo una bandera propia.

Cristina Kirchner tensó la relación con el Poder Judicial como nunca en el decenio de gobierno. La Casa Rosada viene sufriendo una serie de reveses en los que la Justicia es protagonista, con un riesgo en aumento por tratarse de un año electoral. Ninguno de ellos por mérito de la oposición, sino por sus propias desinteligencias y arbitrariedades.

Hoy la Justicia es depositaria de la expectativa ante los flancos débiles que abren los supuestos casos de corrupción. Uno es el escándalo por lavado de dinero que desató el programa de Jorge Lanata y que involucra al empresario Cristóbal López. Fue la primera vez en mucho tiempo que el Gobierno perdió el control de la agenda. La corrupción volvió a ocupar el centro del debate y amenaza con abrir una grieta en el potencial electoral del FpV. No por nada la oposición se plegó a la consigna de la transparencia en un proceso de autoabastecimiento con las manifestaciones caceroleras de los centros urbanos.

Pero no era la primera vez. Puertas adentro el Gobierno no había terminado de recuperarse de la crisis que desató la tragedia de Once, que desnudó la compleja trama de corrupción y desidia estatal en el área de transporte, y el caso Boudou, un escándalo que prácticamente sacó al vicepresidente de la carrera por la sucesión. Por aquellos días un funcionario con despacho en Balcarce 50 se preguntaba en privado si “la gente entendía lo de Ciccone”. La sensación térmica hoy podría ser otra.

El freno de la Corte Suprema a la reforma de Consejo de la Magistratura también fue recibido y leído como una derrota. En el fragor de las negociaciones, la Presidenta había hecho las concesiones necesarias: le permitió a la Corte seguir manejando el presupuesto del Poder Judicial, pese a que la reforma del ’94 le había otorgado esa potestad al organismo, y cedió al reclamo del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) respecto de las limitaciones a las medidas cautelares. Pero nada fue suficiente.

Como ya adelantó, Cristina mantendrá vigente esa discusión en el plano simbólico como una de las tantas conquistas que el Estado debe alcanzar. Pero ahí no termina la tensa convivencia con el máximo tribunal. Se espera para los próximos meses el fallo sobre la Ley de Medios, a cuatro años de su sanción por el Congreso. Una lectura extendida es que, fiel a su estilo contemporizador, Lorenzetti y los suyos podrían haber optado por frenar la reforma de la Magistratura y darle luz verde a la restructuración del espectro audiovisual. Las elecciones de medio término aportan un aditamento especial y, quizás, determinante.

Otro eje adverso lo constituyó en los últimos días la polémica en torno a Milani. Aunque la oposición ya venía denunciándolo por su presunta participación en la última dictadura, el golpe final volvió a darlo Lanata. Y el CELS que conduce Horacio Verbitsky fue nuevamente un actor gravitante: reclamó que el designado jefe del Ejército diera “un paso al costado”.

Por disposición de la Presidenta, su pliego será tratado finalmente después de las elecciones, para evitar un “linchamiento mediático”; en tanto, el documento del CELS se presentó en Tribunales. Otra vez la Justicia tiene el control en una encrucijada más que sensible para el kirchnerismo. El destino del militar es incierto, hay quienes recuerdan el antecedente de Daniel Reposo.

El Gobierno también debió continuar gestionando y afrontando una campaña mientras uno de sus ex funcionarios era noticia por haberse mantenido prófugo por el lapso de una semana. Ricardo Jaime es además una figura central en la tragedia de Once, por la que está procesado junto a su sucesor en el cargo, Juan Pablo Schiavi.

En suma, el kirchnerismo se enredó en una necesaria pero desgastante discusión con el poder más aristocrático de todos, que a su vez es el que tiene que resolver cuestiones sensibles sobre su gestión de gobierno. Todo en un delicado equilibrio en el que cada movimiento estará regido, como es norma, por el pulso electoral.