Pegó Mora y le regaló a River todo lo que merecía

20.01.2013 11:36

El equipo de Ramón Díaz era más que Boca pero no encontraba el gol. Hasta que apareció el uruguayo y, con dos estocadas en catorce minutos, liquidó el partido.

Pegó Mora y le regaló a River todo lo que merecía

 

Aunque Boca y River se crucen en ojotas, con el balde y la palita, aunque haya sido el primer partido de la era de la estupidez, como definió Carlos Bianchi a la saga de los tres superclásicos veraniegos, hay moldes que sirven para espiar la etiqueta de fábrica. El Boca de Bianchi empezó con la silueta de los equipos del Virrey. Leandro Paredes, enganche clásico, hizo de Riquelme y calcó un movimiento de Román en un pase exacto con el revés del pie que dejó a Santiago Silva de cara al gol. La jugada más clara del primer tiempo no quedó enmarcada en los festejos gracias al arrojo de Barovero, que le achicó el espacio de definición al delantero. Silva se movía en el área; era el faro, el Palermo soñado de Bianchi. El nueve había marcado territorio en una jugada invisible, que no conectó a poco de comenzado el encuentro por un eficaz cierre de Mercado. Y el centro había sido de Lautaro Acosta, que desbordó por la banda derecha con paso y estilo de wing; cualquier semejanza con Guillermo era obra, también, del entrenador de Boca.

A River le costó ponerle el cuerpo al partido. Lo logró después de veinte minutos en los que vio pasar la vida por el costado; Lobo Ledesma era el espejo que devolvía su equipo: la nada. Ponzio cumplía, él solo, la función de doble cinco que se suponía complementaba su compañero. Fue a partir de un quite de su capitán que River entró en acción directa; después Vangioni –pura confianza– enganchó y metió el pase a Funes Mori, que remató por arriba.

Golpe a golpe. Boca perdió el control del partido antes de la mitad de la primera parte y, después, evidenció otro problema: no supo jugar sin la pelota. Acomodado cerca de Orion, se convirtió en un equipo estirado, sin un futbolista que lograra atar con pases lo que River rompía. El equipo de Ramón proponía desde la tenencia de la pelota y con paciencia atacaba los espacios. Atrás, Boca tenía puertas sin llaves que alentaban las chances de Funes Mori y Mora. El uruguayo llegó por detrás en una jugada limpia; si colocaba bien el pie, River hubiese sacado en el primer cuarto de la segunda parte una merecida ventaja. Mora tuvo su revancha en el lugar impensado. El delantero rapidito ganó por arriba, en un rubro que por estatura no debería dominar. El centro de Vangioni pasó por encima de Caruzzo; tampoco pudo el alto Burdisso.

River fue por el mazazo. Voraz, el equipo de Núñez activó el ataque y Mora remató al palo; en el rebote, Funes Mori le apuntó a Caruzzo y, tras  un rebote, la pelota volvió a pegar en el palo derecho de Orion.  Boca quedó vivo por orgullo y no por fútbol. Paredes no parecía ni por asomo un heredero de Riquelme y la impresión de un ataque fotocopia de Guillermo y Palermo se licuó entre la actuación de un equipo sombra de sí mismo.

El golpe final fue del jugador obvio; del que exploró con agudeza las hendijas de una defensa desacoplada; del que supo cómo definir jugadas sencillas. El hombre de la noche fue Mora. Ese delantero que le puso su firma a un estilo. Boca, en cambio, se quedó enredado en un juego sin ingenio. Descifrarlo, para River resultó una estupidez.

 

Clima espeso en “la 12”

En el Superclásico hubo otro Superclásico, reducido a una misma tribuna: la de Boca. Un duelo que inquietaba en la previa, pero que al final no generó conflicto porque un grupo estuvo en Mar del Plata y el otro, no. El que encabeza Rafael Di Zeo, ex líder de la barrabrava, ingresó al estadio José María Minella, pero no completa.

Es que a uno de sus integrantes le aplicaron el derecho de admisión. En tanto, con Mauro Martín detenido en la cárcel de Devoto y Maximiliano Mazzaro prófugo, el otro grupo no pudo asistir: cuatro micros con gente que responde a él fueron demorados en Camet y enviados de regreso a Buenos Aires.

Así lo confirmó Daniel De Grecco, jefe de Distrito de Mar del Plata: “Un grupo (el de Di Zeo) ingresó al estadio sin problemas porque tenía sus entradas en condiciones, pero el otro (el de Martín) quedó demorado en Camet y no podrá ingresar al estadio”, declaró antes del inicio del partido.

Según la página de la agencia de noticias Télam, al grupo al que invitaron a volver le encontraron armas y drogas. Así, se les indicó que no podían continuar.

El encuentro tuvo un operativo de seguridad que contó con 1300 policías y además 350 oficiales custodiraon la Ruta 2 desde la tarde.

El grupo de Di Zeo llegó a la cancha tres horas antes del comienzo, en  numerosos autos particulares, y logró pasar los cacheos sin ningún problema. Entonces, pudo hacer pasar la bandera que mostraron después y que rezaba: “Jugador Nº 12. La barra de Boca PTE”.

Toda una provocación que dejó el capítulo abierto: ayer no se encontraron las facciones. Pero la sensación de enfrentamiento estuvo.